Los hilos del corazón
Fragmento...
"¡Escuchad, hermanas!
¡Escuchad ese rumor que llena la noche!
¡Escuchad... el ruido de las madres!
¡Escuchadlo correr dentro de vosotras, escuchadlo estancarse en esas tinieblas donde crecen los mundos!
Desde la primera noche y la primera mañana, desde la Génesis y el inicio de los libros, lo masculino se acuesta con la Historia. Pero existen otros relatos. Relatos subterráneos transmitidos secretamente por las mujeres, cuentos ocultos en los oídos de las muchachas, mamados con la leche, palabras vebidas en los labios de las madres. Nada como esa magia aprendida con la sangre, aprendida con la regla.
En la penumbra de las cocinas se murmuran cosas que son sagradas.
En el fondo de las viejas cacerolas, entre olores de especias, magia y recetas se dan la mano. El arte culinario de las mujeres destila misterio y poesía.
Todo se nos enseña a la vez: la intensidad del fuego, el agua de los pozos, el calor de la plancha, la blancura de las sábanas, las fragancias, las proporciones, las oraciones, los muertos, la aguja y el hilo..., y el hilo.
A veces, de las profundidades de una olla de hierro colado surge un rostro reseco. Me observa una antepasada anónima que tanto supo, tanto vio, tanto calló, tanto soportó.
Los dolores mudos de nuestras madres les amordazaron el corazón. Sus lamentos pasaron a las sopas; lágrimas de lecha, de sangre, lágrimas salpimentadas, sabores salados, azucarados.
¡Sápidas lágrimas en el paladar de los hombres!
Al margen del restrigido mundo de su hogar, las mujeres descubrieron otro.
Las puertecillas de los fogones, los barreños de madera, los agujeros de los pozos, los viejos limones se abrieron a un fabuloso universo que sólo ellas exploraron.
Oponiendo una obstinada resistencia a la realidad, nuestras madres acabaron curvando la superfície del mundo desde el fondo de su cocina.
Lo jamás escrito es femenino."
Este libro de Carole Martinez que llegó hasta mi con sus propias alas, me ha dejado extenuada, exhausta. Sus aires costureros me han llevado por árduos caminos, pero como le sucede a la protagonista del libro, me he sabido en el camino correcto, por desenfocado y pedregoso que pareciera. La historia se me ha llevado consigo y la mujer que teje ha dejado algun hilo atando algunos cabos sueltos que no consigo descifrar y cortando otros que me separan de quién era y me despiertan nueva.
El idioma en que está escrito va más allá de las palabras, más allá de los hechos, se mezcla con la magia y consigue susurrar el hablar del alma infundiendo algun tipo de hechizo. A mi se me ha llevado tanto que no me atrevo a recomendarlo. Anoche, después de 5 horas absorvida en la lectura dormité inquieta, con la aguja de la costurera clavándose por mi cuerpo y produciendo hinchazones urticantes. Esta mañana he descubierto el cristal de mi coche hecho trizas. No achaco al libro la responsabilidad del hurto, pero sí siento una sutil relación entre esta lectura y los acontecimientos, y aun así, volvería a leerlo.
Gracias,
Leni